La sobreviviente de La Perla, Patricia Astelarra, concentró en un
relato de seis horas el horror vivido en ese campo de concentración.
Denunció que la tortura sexual era una práctica sistemática aplicaba
a las mujeres secuestradas incluidas las embarazadas como ella. La
metodología de exterminio quedó expuesta.
La mujer que fue secuestrada y torturada en La Perla, pasó por La
Ribera, y antes de parir a su hijo estuvo alojada en El Buen Pastor,
cárcel regenteada por monjas, aportó datos sobre la solución final de un
conjunto de militantes que permanecen detenidos desaparecidos y que
fueron “trasladados” al “pozo”, o enterrados “dos metros bajo tierra”,
según la jerga empleada por los represores para referirse a los
fusilamientos.
Contó que los represores fraguaron un secuestro extorsivo –haciéndose
pasar por miembros de la Organización Montoneros- y le solicitaron a la
familia un rescate de 80 mil dólares. Cobraron 10 mil. Antes de lograr
su libertad en 1977, estuvo en la UP1. Cargó con dos funcionarios de la
justicia federal – Luis Rueda y Gustavo Becerra Ferrer- de armar una
causa y poner preso a su marido en 1984. De la declaración se objetiva
claramente la red de complicidades que siguieron en democracia y el
poder omnímodo de los genocidas.
Por Katy García – Prensared
” A medianoche, tocaron el timbre. Miro por la ventana y tropiezo con
una silla. En ese momento se enciende un reflector que me ilumina y
veo un auto rojo con la puerta abierta”. Con estas palabras, comenzó a
relatar frente al Tribunal presidido por Jaime Díaz Gavier y por los
jueces Julián Falcucci, José Camilo Uriburu y Carlos Ochoa los hechos
ocurridos el 1de julio de 1976, mientras se encontraba con su esposo
Gustavo Contepomi, en su casa de bajo Palermo. Ambos militaban en
Montoneros.
La sobreviviente describió el operativo ilegal realizado por “un
grupo enorme, disfrazados para carnaval, con ponchos y vinchas”
comandados por (Jorge Exequiel) Acosta quien le preguntaría en la cocina
si estaba “organizada” y ella contestaría “estoy embarazada.” La
capturaron en el patio, la introdujeron a los tirones a la cocina
mientras golpeaban a su marido. La custodiaba un tal “Ropero”.
Entretanto, Quijano, el “Yanqui” (Ricardo Luján) y José “Chubi” López
robaron dinero y objetos de la casa. “Gritaba para llamar la atención
de los vecinos”, en el momento en que fue sacada a la calle por “Palito”
Romero. “Estaban torturando a Susana Marco, militante del Ocpo”,
afirmó la víctima. Antes, en esa casa, habían vivido militantes de esa
agrupación.
Tabicada y maniatada la subieron junto a su marido a un auto manejado
por Romero y con Acosta de copiloto. “No entendía nada, se había
producido una ruptura con la normalidad. Se mataban de risa, contaban
chistes, escuchaban música”, recordó.
Vejámenes, entre la “oficina” y la “cuadra”
La oficina era la puerta de entrada a los interrogatorios para
extraer información y retroalimentar el sistema de exterminio puesto en
marcha por el Estado terrorista. A la vez y siguiendo a Pilar Calveiro
significaba la ruptura con el mundo social. Barreiro fue muy explícito
cuando a viva voz le dijo: “Acá están en manos del Comando Libertadores
de América (CLA), totalmente aislados. Están vivos pero muertos, nadie
afuera lo sabe, nadie va a hacer nada por vos”.
El paso siguiente era la picana. Previo, le mostraron a su marido
destruido por la golpiza. En ese lugar “lúgubre” –la sala de torturas-
la hicieron desnudar y mientras la picaneaba e interrogada, el “Cura”
Magaldi, le levanta la venda y le dice: “esto es para que veas bien lo
que voy a hacerte y empieza a vejarme”. En este momento el fiscal
Trotta le propone que si está en condiciones y desea hacerlo amplié el
testimonio.
Sobre este tema tan delicado, Elizabeth Jelín reflexionaba en
Umbrales (2010) que “Más allá del valor de la prueba jurídica en
juicios, hay una presión social y judicial para que las mujeres cuenten,
expongan detalles y circunstancias”. Y advertía sobre el dilema que se
le planteaba como subjetividad que se debate entre exponerse a la mirada
social o guardar para sí o para pocos esos hechos y reparar la
intimidad vejada. En este caso el fiscal Facundo Trotta le ofreció todas
las condiciones para que si lo deseaba lo hiciera. Incluso, desalojar
la sala.
“No es fácil, pero lo voy a hacer porque estas prácticas de vejar y
violar prisioneras formaron parte de las torturas. Y siempre fueron
episodios tremendamente tortuosos hechos por oficiales y suboficiales
del ejército. Es un delito de orden público porque son funcionarios
públicos”, manifestó.
No fue violada, pero sí manoseada. “Era un deporte que practicaban
mucho Hugo Herrera, un degenerado, “Chubi” López, Palito Romero. Todo
acompañado de burlas”, especificó. Dijo que era frecuente que las chicas
jóvenes sufrieran el mismo trato y citó a María Luisa Salto, Claudia
Hunziker, y Pampita (Inés Magdalena Uhalde) como ejemplos. Sobre Pampita
dijo que además, Herrera y el Cura, “la ataron con sogas al paragolpe
de un vehículo y la arrastraron por un camino interno de tierra
produciéndole heridas que luego se infectaron”.
Señaló a López, Acosta y Barreiro como violadores. En los juicios
anteriores- D2 y UP1- fueron denunciados este tipo de prácticas y se
incluyeron en los expedientes. “Chubi” López la trató de “descarada y
mentirosa “. Fue echado de la sala por el presidente del Tribunal Díaz
Gavier. Mientras se retiraba, a paso lento, siguió insultando y la
policía judicial caminaba detrás de él al mismo ritmo.
Después de la tortura, arrojaban a los cautivos en estado de
confusión a ese depósito de cuerpos llamado la cuadra. “Me sentía muy
mal. Al rato escucho que alguien me decía ¿sos vos? Era la voz de Ramona
Cristina Galíndez de Rossi, apodada “Negrita”.
Negrita Rossi
“Éramos amigas y compañeras y militábamos el territorio, en
Montoneros”, rememoró. Mencionó que Negrita, había sido secuestrado
cinco días antes que ellos. Fue ella la que la puso al tanto sobre los
compañeros que estaban y la alertó sobre las prácticas de tortura física
y psicológica a la que sería sometida. “Te van a llevar a una oficina y
te van a enfrentar con compañeros y todos te van a pedir que
colabores, que así vas a estar mejor”, le confió.
Negrita fue secuestrada mientras caminaba con su hijo de 4 años,
Alejandro Rossi, “el Pichi” y con Liliana Gell, militante de JUP. “Salen
corriendo, ella le gritaba a Pichi que corra para el otro lado. Era muy
chiquito, así que la sigue. A Liliana le pegan un tiro en la pierna y
cae”. Terminaron en La Perla con el niño. Contó que la torturan
ferozmente, Manzanelli, Barreiro y Romero y que ella pedía por su hijo.
“Era una madraza, Pichi era la luz de sus ojos”, expresó muy conmovida y
agregó que Negrita logró que lo llevaran con sus abuelos a Villa El
Libertador, pero como no les dio datos fue a parar al “pozo”. A Liliana
Gell la liquidaron de un tiro.
Fue en agosto cuando las llevaron a la oficina. Dijo que ese día los
gendarmes portaban armas largas y que “había un clima de nerviosismo,
ruidos y excitación”. Se abrió una puerta y vio a Negrita vendada y
amordazada, “Estaba con las manos en la pared y gritaba”, dijo, ahogada
por el llanto. También observó que tenían a dos hombres. “Yo fui testigo
del traslado de Negrita”, aseveró.
Ella esperaba el mismo destino pero no ocurrió. La dejaron en la
oficina unas horas y luego pasó a la cuadra. Otra vez, colchonetas
vacías, otra vez el rito de enrollarlas y preservar las pocas cosas que
dejaban los que eran seleccionados para matar. “Me quede con su chaleco
de lana semigorda, con botones de madera y una foto para enviársela a
Pichi”, afirmó.
No pasó mucho tiempo para deducir que cuando la cuadra se llenaba
vendrían los “traslados”. La ceremonia se repetía. Los llamaban por sus
números y eran subidos a los camiones “Menéndez Benz” que generalmente
venían a la siesta. A veces eran masivos, a veces iban pocos, dependía
de la Guardia.
La extorsión
¿Porque no la llevaron junto a Negrita? Inquirió el Fiscal.
Y narró como la patota organizó un “secuestro” con pedido de rescate.
Por esos días Vergez, Acosta, Quijano, a veces Lardone y Herrera la
sacaban a la madrugada para hacerle preguntas personales tales como
quién la operó de apéndice o como se llamaba su pediatra. En agosto, se
revelaría la incógnita cuando Irene De Breuil –secuestrada- le contó
que pedían por ella un rescate de 80 mil dólares.
Ahí pudo relacionar el interés de Vergéz por el cargo de gerente
general que ocupaba su padrea en la empresa La Cantábrica. La banda,
“por las suyas”, había pergeñado un plan para fraguar un secuestro
extorsivo y cobrar el rescate. Llamaban por teléfono a la familia
diciendo que eran Montoneros, que la habían secuestrado por “traidora” y
que necesitaban recaudar para enviar compañeros a Cuba. Para hacer
creíble la historia les daban esos datos obtenidos al alba.
Los familiares no tenían ese dinero y además sospechaban del cuento.
Su hermano, Santiago Astelarra (detenido desaparecido) manejó las
negociaciones con la idea de conocer adónde la tenían. Tocaron todos
los hilos posibles, tenían familiares y conocidos en las fuerzas
armadas. El motivo que impidió que fuera “trasladada” junto a Cristina
Rossi, era que estaban en plena negociación. Cobraron 10 mil dólares que
fueron entregados en un procedimiento cinematográfico. Después, Acosta
le diría “te salvé de que te llevaran”.
En septiembre, Barreiro, Texas, Romero y Manzanelli le dijeron que
“hubo un problema” y que tal vez tengan que pasar por la cárcel. En
realidad “Vergéz presionaba para que me fusilen”, aclaró. A fin de mes
le comunicaron que sería sacada de La Perla. “Yo lloraba a mares, pedía
por favor que me dejen, quería que naciera mi hijo”, relató. Enferma,
con 40 º de fiebre fue llevada a La Ribera, y después pasó al Buen
Pastor. Sus padres se enteran y no quedaron dudas de que el pedido de
rescate había sido hecho por militares del Tercer Cuerpo. “Los
extorsionadores y ladrones eran ellos”, remarcó Astelarra.
Claudio Orosz manifestó que en el Juicio a los Comandantes está el
testimonio realizado por el padre de la testigo y solicitó que se corra
vista al fiscal.
El hombre del palo
Patricia recordó que entre los represores más feroces se destacaba
“Texas” (Elpidio Tejeda). “Experto en apalear, había estudiado en
Panamá y Estados Unidos. Impostaba la voz y montaba un escenario
aterrador”, afirmó. Y agregó que mientras pegaba, pedía nombres y
direcciones. “Una vez me dijo que no era malo, que era su trabajo. Era
un torturador feroz, lo apaleó bestialmente a Gustavo”, aseguró. Dijo
que de la cuadra se escuchaban los gritos “cada vez más desgarradores,
como gemidos de animal” y que a ella la llevaron a la “oficina” para que
viera la sangre de su esposo en las paredes.
Gustavo seguía siendo torturado. Tenía una pierna enyesada. Un día
fue pateado por Barreiro porque no respondía. Estaba inconsciente.
“Todavía no había desarrollado la picana con goma, que mató a muchísimos
en la cuadra. Yo creo que Barreiro, junto a Vergéz y Texas, era uno de
los torturadores más feroces. Además era un innovador en distintas
técnicas de tortura, no solo físicas también psicológicas”, afirmó.
Embarazadas
“Cuando llego a la maternidad provincial había dos filas de militares
uniformados apuntándome con fusiles”, describió. En la sala de partos,
cerca de diez personas entre médicos y enfermeros, policías y
militares.
“Los médicos dijeron que no atenderían a una persona vendada y
esposada y los echaron a los gritos”, recordó. Apenas nació su hijo la
condujeron a una sala de internación y a la madrugada, sin el alta
médica, la volvieron al Buen Pastor.
La testigo se acordó con afecto de la monja Clarita, una anciana que
recorría el pabellón de las presas políticas que se acercó con disimulo
y le pidió que escriba una carta para sus padres. En este lugar estuvo
junto a su hijo un mes y medio. Cuando pasó a la UP1, el chico fue
entregado a los abuelos.
Astelarra apuntó que no era la única embarazada en la cárcel. “Éramos
cuatro, nos quitaron los bebes y nos trasladan a la penitenciaría”,
declaró. En la prisión las ubicaron en celdas individuales“de alta
peligrosidad” para evitar el contacto. Allí se encontró con Ana
Mohaded, quien le contó que Marta Sandrino, estaba paralítica.
En marzo de 1977, fue retirada y llevada a La Ribera. Allí por boca
de los gendarmes supo que “mataban y apilaban cuerpos que después
cargaban en camiones” durante el reinado de la patota del CLA. Otro
antecedente estremecedor fueron los dichos del cura Astiguetta -evocó-
relacionados con el asesinato de 40 personas a las que tiraron a un
pozo y les prendieron fuego, en La Perla.
Nombró a todos los militantes que pasaron por La Perla durante su
cautiverio. Antes de recuperar la libertad, en marzo de 1977, fue
alertada sobre el silencio que debía mantener. Unos meses después quedó
libre Gustavo Contepomi. Ambos fueron hostigados y amenazados.
Trabajaron para la Conadep Córdoba y reconstruyeron la historia y la
publicaron en el libro titulado Sobrevivientes de La Perla.
Connivencia
La testigo denunció las complicidades entre la justicia Federal y
Luciano Benjamín Menéndez durante y después de la dictadura. En 1984, a
su marido le armaron una causa por asociación ilícita y lo mantuvieron
preso un año y medio. Acusó a Luis Rueda y a Gustavo Becerra Ferrer de
haber participado en este hecho. El fiscal Trotta solicitó que se pase
vista a al fiscalía para que se investiguen los hechos. Los abogados de
la querella Claudio Orosz, María Teresa Sánchez y Hugo Vaca Narvaja
apoyaron lo solicitado.
Escarapelas
De pie frente a los acusados, uno a uno, fue identificando a sus
torturadores: Jorge Exequiel Acosta, Luis Gustavo Dietrich, Ernesto
Guillermo Barreiro, Ricardo Lardone, José Chubi López, Héctor Vergez,
Héctor ¨Palito” Romero, Luis Alberto Manzanelli, y Carlos Alberto Díaz.
Los imputados en la megacausa, lucían en sus solapas distintivos con
los colores del Vaticano en homenaje al nuevo Papa Francisco I.
Esta semana continuarán receptándose los testimonios de las víctimas
sobrevivientes de los campos de concentración que denunciaron siempre lo
que ahí ocurría por todos los canales posibles. La diferencia es que
ahora lo hacen en un juicio oral y público.
Fotografía Telam
Toda la información sobre el Juicio La Perla en www.diariodeljuicio.com.ar
www.prensared.org
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