lunes, 2 de julio de 2012

La lucha por la libertad


Lunes 2 de julio de 2012, por Juan Carlos Giuliani *
Latinoamérica es tierra de promisión. En medio de sus contradicciones, con avances y retrocesos, lo cierto es que al sur del río Colorado se está cocinando el caldo de la ruptura con el régimen dominante.


* Secretario de Relaciones Institucionales de la CTA
En aquellos países que han puesto proa para quebrar el sistema hegemónico –Venezuela, Ecuador, Bolivia- ese tránsito se ha expresado en la convocatoria a sendas reformas constitucionales que consagran el damero de cambios realizados en este tiempo histórico a partir de una nueva institucionalidad.
Un dato interesante a tener en cuenta es que, mientras en esas naciones hermanas las nuevas constituciones se han redactado con posterioridad a la toma del gobierno y la posesión del Estado, en la Argentina, la Constituyente Social o, lo que es lo mismo, el fomento de instancias colectivas de organización de poder popular, se verifica antes de arribar a responsabilidades de gobierno. De allí que esta iniciativa política de primer orden pergeñada por la CTA sea observada con tanto interés por los movimientos populares de otros lares dada su extraordinaria singularidad.
Existe en la región una notable convergencia de los movimientos sociales y ciudadanos alternativos al neoliberalismo para ir buscando las respuestas adecuadas a esta etapa de ofensiva popular jalonada por una intensa lucha social y política.
Esta propuesta que –contrariamente a lo que postula el posibilismo- no se plantea administrar lo dado sino transformar de cuajo la realidad, va construyendo la base social de un proyecto emancipador que interpela al capitalismo y organiza a la sociedad en torno a principios de justicia social que implique el acceso de todos a la igualdad de derechos.
Cuando en diciembre de 2001 el pueblo hizo inviable la perdurabilidad del modelo neoliberal actualmente en crisis en los países centrales junto con los modos de producción capitalista, la primera conclusión que arrojó es la idea de una democracia participativa que rechaza delegar y pone el acento en la crisis de representación política. Estas nuevas formas de compromiso encarnadas principalmente en los jóvenes modifica la cultura política.
Reinventar la democracia nos obliga a recordar que la superación del capitalismo no será posible si no creamos otras formas de democracia que superen el formal y raquítico molde actual y provean de fuertes componentes de protagonismo popular al quehacer cotidiano de la cosa pública. El proceso de descolonización de nuestras naciones va de la mano de la autodeterminación de los pueblos.
Los movimientos sociales del Tercer Mundo han aprendido en carne propia que hay que comprometerse con una ruptura del actual estado de cosas, y el único modo es cambiando las formas de producción, es decir, cambiando el capitalismo. En ese camino, la agenda de temas prioritarios son la distribución de la riqueza, la democracia participativa, la soberanía sobre los bienes comunes, los derechos de la tierra, la soberanía alimentaria y la integración Sur-Sur. Lo que nuestros pueblos originarios denominan el buen vivir.
La lucha por la libertad abarca dos planos complementarios e inclusivos: La liberación nacional y social. Un mandato irresuelto que proviene de los orígenes de nuestra historia emancipadora.
Bernardo Monteagudo es una figura señera de nuestra historia. Vinculado con el sector más radical del movimiento independentista, la academia ha tratado de opacar su influencia en el devenir de nuestra Nación. A los 19 años fue uno de los líderes de la Revolución de Chuquisaca del 25 de mayo de 1809, un año antes que la Revolución de Mayo, de cuya proclama fue el redactor. En 1811, fue autor del primer proyecto de Constitución para las poblaciones que luego constituirían Argentina, Bolivia y Uruguay. Militó en el mismo sector revolucionario que Moreno, Castelli, Belgrano, San Martín, Bolívar.
Acompañó a José de San Martín como auditor del Ejército de los Andes y redactó el Acta de la Independencia de Chile que firmó Bernardo O’Higgins en 1818. En Perú, fue ministro de Guerra y Marina y, posteriormente, también ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de San Martín, durante el primer gobierno independiente de ese país. Luego del retiro de San Martín, fue colaborador del libertador Simón Bolívar. Para entonces había desarrollado una visión americanista de la revolución, que lo llevó a proponer y diseñar la organización de una gran Nación Hispanoamericana.
El sueño de Monteagudo fue semejante al propósito de Bolívar, quien organizó el Congreso Anfictiónico de Panamá para establecer una Confederación Hispanoamericana. Fundó y dirigió periódicos emancipadores en tres países: “La Gaceta de Buenos Aires”, “Mártir o Libre” y “El Grito del Sud”, en Argentina; “El Censor de la Revolución” en Chile, y “El Pacificador” en el Perú. Monteagudo fue asesinado en Lima a la edad de 35 años.
En 1812, escribe en “Mártir o Libre”: “Nadie, nadie es capaz de cortar el progreso de nuestra revolución: los siglos anteriores la preparaban en silencio, el estado general del globo político indicaba la necesidad de este acontecimiento, y en los decretos del tiempo estaba señalado el período que debía durar la esclavitud en las regiones del nuevo mundo. La sagrada tea de la libertad arde ya por toda la América. Todo coadyuva el voto universal de los hombres libres, y esas mismas convulsiones que comprometen la suerte de los más interesados en el bien público, minan sordamente las bases de la tiranía, descubriendo héroes ciudadanos que confundan al mercenario egoísta, humillen al furioso liberticida y arranquen del seno de la muerte la patria tiranizada”.
“Sin territorio no hay libertad, sin libertad no hay justicia social”. La máxima del pueblo mapuche resume cabalmente el eje donde se da la confrontación permanente con el enemigo: el territorio. En cada barrio, en cada pueblo, en cada región, es menester crear conciencia de organización popular y construcción de la conducción política del proceso de transformación.
Pasar de la protesta a la propuesta, dejar de ser demandantes para constituirse en sujetos políticos. Organizar, organizar, organizar. He allí el desafío más apasionante que atraviesan -aquí y ahora- la clase trabajadora y los movimientos sociales profundamente sacudidos por los nuevos vientos libertarios que soplan por toda América Latina.

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