El
conflicto del transporte en Córdoba desnuda el nivel de convulsión
social que provocan las políticas neoliberales del gobierno conservador
de Macri y sus socios en las administraciones provinciales y
municipales, principales sostenes del Pacto de Gobernabilidad que
permite mantener el modelo extractivista-dependiente, endeudar a la
Nación, empobrecer a más del treinta por ciento de su población, arrojar
al desamparo a la mayoría de la juventud y reprimir con saña cualquier
atisbo de protesta.
* Secretario de Relaciones Institucionales de la CTANacional Juan Carlos Giuliani
“Cuando
Córdoba se resfría, el resto del país estornuda”, señala el aforismo
popular. Es probable, aunque no infalible. Córdoba es el rostro
anticipado de la Argentina. En sus hechos heroicos y en sus miserias.
Luces y sombras que reflejan, mejor que nada, las contradicciones de
este país hecho de pan y en el que siguen muriendo chicos de hambre.
Desde hace ocho días los delegados de UTA Córdoba, en disconformidad
con el acuerdo salarial alcanzado por la burocracia sindical a nivel
nacional, viene desarrollando un conflicto que está rodeado por la
totalidad de las centrales sindicales y el movimiento estudiantil que se
han sumado al reclamo en la calle, frente a la prepotencia del poder y
la inmoral campaña mediática desatada contra los choferes.
La Seccional UTA de Córdoba –otrora bastión del inolvidable Atilio
López- está intervenida desde hace más de un año por la conducción
nacional, mansa y obediente con los patrones; patotera y violenta con
los opositores. A la intemperie, lejos de acobardarse, los trabajadores y
trabajadoras del transporte salieron a pelear por sus derechos con una
herramienta que, mal que les pese a los patrones y alcahuetes de turno,
es un derecho constitucional: La huelga.
El Gobierno Municipal del radical Ramón Mestre respondió con una
batería de despidos, demonizó la lucha de los choferes con el
inapreciable apoyo de los grandes medios de comunicación –tributarios de
generosas pautas publicitarias municipales-, confirmó su alianza
estratégica con el PJ al recibir el consiguiente apoyo del gobernador
Juan Schiaretti para llevar adelante este nuevo ataque contra los
trabajadores y, en un remedo del Plan CONINTES del Gobierno de Arturo
Frondizi, militarizó el conflicto y mandó a sacar unidades de transporte
protegidas por la Gendarmería y efectivos de una de las policías más
corruptas del país.
Mestre mantiene estrechos e impúdicos vínculos con la firma dominante
en el mercado del transporte cordobés, la Empresa Romero S.A. (ERSA) de
Corrientes. Lazos que iniciara su padre, el ex gobernador de Córdoba y
ministro del Interior de la Alianza durante los asesinatos de luchadores
populares en la pueblada del 19 y 20 de diciembre de 2001, mientras fue
interventor de esa provincia mesopotámica al inicio de la gestión de
Fernando De la Rúa, en 1999. Una intervención a la autonomía provincial
correntina que, aunque efímera, dejó una estela de denuncias de abuso de
poder y corrupción.
Entre otros, de quien oficiaba de Intendente de la Capital, el actual
ministro de Comunicaciones del Gobierno Nacional, Oscar Aguad, a quien
la La Corte Suprema de Justicia de la Nación sentenció la prescripción
de la causa en la que se lo investigaba por el destino de un crédito de
600 millones de pesos-dólares.
Vale la pena señalar que el máximo Tribunal Nacional hizo lugar en
el 2014 a un recurso en queja presentado por la defensa del dirigente
radical cuyo procesamiento había sido confirmado por el Superior
Tribunal de Justicia (STJ) de Corrientes.
La Córdoba paradojal
La Córdoba del Cordobazo, el Viborazo y el sindicalismo
revolucionario, fue también el escenario del primer contragolpe
monárquico contra la Revolución de Mayo hace 217 años; de la Reforma
Universitaria -poco más de un siglo después- que se extendió como un
reguero de pólvora por toda América; del amplio triunfo electoral de
Amadeo Sabattini en la década del fraude patriótico conservador; del
inicio de la Revolución Fusiladora que derrocó al peronismo en 1955; del
gobierno de Obregón Cano y Atilio López en 1973; del Navarrazo,
grotesco golpe policial que terminó con ese mismo gobierno un año
después; del terror y la muerte sembrados por los grupos paramilitares
del Comando Liberadores de América; del orden de los cementerios que
impuso el genocida Luciano Benjamín Menéndez; del silencio cómplice de
la cúpula eclesiástica.
De las plazas repletas de pueblo para acelerar el retorno de la
democracia y para defenderla frente a las asonadas de los carapintadas;
de las movilizaciones populares contra el derrumbe del Estado provincial
con Angeloz y el feroz ajuste de Mestre; del conflicto consecuente y
unitario contra las políticas neoliberales del gobernador José Manuel De
la Sota que le impidieron la privatización de EPEC y el Banco de la
Provincia de Córdoba, y el maquillaje impostado de Schiaretti.
A más de 33 años del retorno de la democracia, la UCR y el PJ –el
Partido Único Cordobés- se han turnado en gobernar la provincia. Por
ende, son responsables del actual estado de postración, endeudamiento y
desigualdad social, con escandalosos niveles de pobreza en una provincia
rica y generosa en bienes naturales y capacidad científica y
tecnológica.
La Córdoba monacal y reaccionaria y la Córdoba popular y
revolucionaria viven en permanente tensión. Los antagonismos y las
paradojas dominan el paisaje mediterráneo y se codean en la Peatonal.
Esa ciudad, sumida en sus propios consensos y desacuerdos, en el
folcklore de sus personajes inmortalizados en Hortensia, que bebe a
granel su más típica invención autóctona: El fernet con coca, y baila al
ritmo del cuarteto, cumplirá el 6 de julio 444 años. Y lo celebrarán
los hinchas de Belgrano y de Talleres, los estudiantes universitarios y
los trabajadores del cordón industrial, los curas de las villas y los
cantores de las peñas que pueblan la urbe surcada por La Cañada. La
Capital de una provincia gobernada por los gerentes de los que mandan:
Urquía, Roggio, Pagani, Bugliotti, Petrone.
Un cumpleaños que se festejará con el retorno de la Córdoba rebelde
de la mano del conflicto de los choferes de la Unión Tranviaria
Automotor del legendario “Negro” López, con el noble intento de renovar
la alianza obrero-estudiantil para ganar la calle, cuestionar la
burocracia e interpelar el poder del Partido Único Cordobés, sin que
falte la chispa de los negrazones que cultivan inmaculada la clásica
tonada cordobesa.
Una oportunidad para recordar a nuestros próceres y mártires y para no olvidar a los traidores y vendepatria.
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