Por Juan Carlos Giuliani (*)
La
vida cotidiana de Río Cuarto fue cortada de cuajo el 16 de septiembre
de 1987. La ciudad ya no será la misma después de esa fatídica mañana,
cuando un grupo
aún indefinido de delincuentes perpetró un baño de sangre inédito en la
crónica roja del país: La Masacre del Banco Popular Financiero.
Ese
luctuoso 16 de septiembre de 1987 se cumplían 32 años de la Revolución
Libertadora que derrocó al gobierno constitucional de Juan Domingo
Perón, 13 años del
asesinato del dirigente gremial y ex vicegobernador de Córdoba Atilio
López, y 11 años de La Noche de los Lápices, que segó la vida de seis
estudiantes secundarios en La Plata. Ese día, en la sucursal Boulevard
Roca del Banco Popular Financiero de Río Cuarto,
siete trabajadores bancarios eran brutalmente fusilados con un revólver
Orbea calibre 38 Special, descargado por dos veces consecutivas hasta
acribillarlos con una docena de disparos para llevarse el magro botín de
35.000 australes. El por entonces gerente
de la entidad bancaria, Roberto Vicente Denner, fue el único
sobreviviente de la matanza.
El
atraco y múltiple homicidio se cobró las vidas de Jorge Garay, José
Rubén Bianco, Angel Angelini, Alejandro Angel Muzzio, Víctor Meynet y
Ricardo Ferreira.
En
el juicio oral, llevado a cabo dos años después, fueron sentados en el
banquillo de los acusados el ex cabo de policía Miguel Angel Salinas, su
esposa María
Rosa Boni, Francisco "Pancho" Nievas y Juan Carlos "Garganta" Lucero.
No fue llevado a juicio el ex policía Miguel Angel Coy, a quien la
Justicia dictó falta de mérito.
La
extenuante zaga de audiencias en Tribunales no alcanzó a develar las
incógnitas que rodearon al brutal suceso. No se pudo acreditar si actuó
otro policía más,
como aseguró Denner, dado que resultó fallido el reconocimiento
intentado en alrededor de 200 legajos policiales que cubrieron
adicionales en ese lugar desde enero de 1986 hasta el 16 de septiembre
de 1987.
Denner
describió al supuesto copartícipe del asalto como una persona de
mediana estatura, robusta, de tez mate, bigotes y dientes cortitos, de
cabello oscuro y
profundas entradas. Y dijo que vestía de civil en oportunidad del
atraco.
El
caso estuvo rodeado de sospechas sobre la participación de importantes
personajes vinculados con el poder político y económico de Río Cuarto.
Al momento del
atraco y múltiple homicidio, el Banco Popular Financiero era la entidad
privada más importante del sur de la provincia de Córdoba.
Se
hablaba de la existencia de una mesa de dinero y de actividades
vinculadas con el lavado, que nunca pudieron ser comprobadas pero que
revolotearon persistentemente
en el imaginario colectivo. No fueron pocos los que desconfiaron de la
presurosa versión policial que dio por resuelto el caso la tarde misma
de ese negro 16 de septiembre, con la aprehensión de un cabo de policía,
su esposa y dos lúmpenes del bajo fondo.
Un trámite demasiado expeditivo para desentrañar el caso policial más
escalofriante de la historia de Río Cuarto.
En
el múltiple crimen del Banco Popular se cruzaron personajes del tenor
del subcomisario Hugo Aspitia, denunciado por los organismos de derechos
humanos por su
participación en la represión ilegal durante la dictadura militar, que
por entonces se desempeñaba como jefe del Servicio de Adicionales de la
UR 9; el comisario Carlos Enrique Barbero, a quien Nievas acusó primero
de apretarlo para que "limpiara" a Coy del
hecho y luego de haberlo presionado para incriminar al ex policía en la
matanza; o el mediático abogado Daniel Lacase, conocido luego en todo
el país por su intervención como portavoz del viudo de Nora Dalmasso en
el todavía irresuelto crimen del Golf Club,
que en aquella oportunidad actuó como defensor civil de las víctimas de
la masacre.
El
16 de septiembre de 1987 Barbero estaba interinamente a cargo de la
policía por cuanto su titular, comisario Fernando Bornancini, se
encontraba en Córdoba.
Ante el Tribunal, Barbero admitió que visitó dos veces en la cárcel a
Nievas, aunque negó haberlo presionado. Según su relato, Nievas implicó a
Coy: "Ese día fui en moto a buscar a Salinas y nos fuimos con él y su
mujer hasta la estación de trenes y allá nos
esperaba el otro milico. Vinimos caminando. Los dos policías adelante y
yo y la señora atrás tomados del brazo como si fuéramos una pareja. La
mujer y Coy se quedaron en las inmediaciones y Salinas y yo fuimos al
banco", dijo Barbero que le relató Nievas.
Un festín con olor a muerte
El
testimonio de un perito en balística de la UR 9 fortalecía la
presunción de que fueron más de dos los partícipes de la Masacre de Río
Cuarto y que al menos
una de las víctimas fue ultimada fuera de la oficina del gerente de la
sucursal Nº 2 del Banco Popular Financiero, donde posteriormente
aparecieron acribillados a balazos los cuerpos de los infortunados
trabajadores.
El
cabo Carlos Alberto Vizzio declaró que a Rubén Bianco, a quien una
docente de Escuelas Pías observó cuando lo obligaban a ingresar al
banco, le tuvo que haber
disparado un segundo delincuente, que no era el que lo redujo, apostado
a más de un metro de la puerta. Y que luego lo remató con un disparo
ejecutado a menos de cinco centímetros de su pómulo derecho.
Denner
dijo que había escuchado algunos disparos fuera de la oficina mientras
estaba tirado en el suelo boca abajo junto a Garay, en tanto que Muzzio y
Angelini
permanecían sentados respaldados contra una pared con las manos
tomándose las rodillas "en posición fetal". De haber sido así, mientras
dos sujetos reducían y asesinaban a Bianco, una o más personas debieron
permanecer custodiando a los empleados inmovilizados
en la gerencia.
El
caso de gatillo fácil que produjo un festín de sangre con olor a muerte
en la sucursal bancaria riocuartense conmovió al país.
El
cabo Guillermo Ireno Torres, quien fue el primero en llegar al
escenario de la masacre, relató el tremendo cuadro de sangre que
encontró en la entidad financiera.
Estaba asignado en la localidad serrana de Achiras y venía a Río Cuarto
los días francos o de licencia para cumplir adicionales en los bancos
de la ciudad, donde tenía radicado su domicilio. Frente al Tribunal dijo
que esa mañana salió desde la sede de la
UR 9 con otro policía de apellido Gutiérrez para hacer el adicional en
la sucursal Nº 2 del Banco Popular Financiero, donde debían ingresar a
las 7.50. Por razones econó³micas, las autoridades bancarias habían
prorrogado en 45 minutos el ingreso del personal
de adicionales.
"Tocamos
varias veces el timbre de la puerta, al no contestar nadie mi compañero
dio la vuelta al edificio para ver si veía algo. ¡Che Torres! no hay
nada, ¿Algo
habrá pasado?" le comentó Gutiérrez, "pero como yo había visto la chata
que traía los valores de la Casa Central estacionada sobre la calle San
José de Calasanz y con el motor en marcha, le dije el flaco tiene que
estar por acá y me volví a la parte lateral
del banco para golpear. Cuando golpeé la puerta ésta se abrió; hago dos
pasos dentro del pasillo y grito ¡Che!…no hay nadie acá! Miro hacia
todos lados y empiezo a ver piernas y al correr la vista más allá le
dije a Gutiérrez ¡mirá qué es esto, Dios mío esto
es un desastre!".
En
su declaración, Torres señaló que los cuerpos de las víctimas estaban
boca abajo en la oficina de la gerencia esposados y que al menos tres se
encontraban con
vida.
Al
solicitar la pena de reclusión perpetua a Salinas y Nievas, el fiscal
Jorge Samuel Welner dijo el 8 de noviembre de 1989, al cabo de dos horas
y media de una
medular e impecable exposición: "Pareciera que hubieran descendido los
Jinetes del Apocalipsis para sembrar la muerte, el horror y la miseria".
*Secretario de Relaciones Institucionales de la CTA Autónoma
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