Por
Juan Carlos Giuliani*
A horas de conocerse el
veredicto en la Megacausa de La Perla el compromiso militante, de entrega y
amor al pueblo de compañeros como “Corcho” Cisneros, “Peco” Duarte y “Teco” Perchante
se agiganta en la memoria.
Los conocí y transité con
ellos los años que poblaron de acción, conciencia y organización revolucionaria
la década del 70.
Al “Corcho” lo conocí en el
Colegio Nacional. Gran jugador de fútbol, un número 10 hábil que deslumbraba en
las inferiores de Estudiantes y en el Seleccionado del “Nacio”. Pintón, cantor
y guitarrero, lo reencontré en Río Cuarto cuando ya era un militante del
Peronismo Montonero de La Plata hecho y derecho. En el verano del 72-73 me
acompañó a reuniones con compañeros de distintas agrupaciones de la JP y me
aconsejó finalmente: “Mirá, todos son buenos compañeros, pero me parece que los
que están más en los barrios, con la gente son los cumpas que militan con
Pelichotti” y ahí me mandé; y la primera
reunión que hicimos en la casa de Raúl salimos a pintar “Luche y Vuelve” en los
paredones del viejo Hospital Regional. Allí también me reencontré con el “Peco”
Duarte. La última vez que lo vi al “Corcho” fue en el verano 74-75. Fuimos a
una peña que había en la calle Bolívar si no recuerdo mal y cantamos “Alfonsina
y el Mar”. En la cárcel me enteré que lo habían secuestrado en Córdoba.
Al “Peco” también lo conocí
en el Nacional. Yo había repetido año en el Normal y me pasé de colegio.
Puntero derecho punzante, atrevido, jugador de medias bajas, nos hicimos amigos
al toque. Cuando fui a la reunión de JP en la casa del petiso Pelichotti nos
volvimos a juntar. Militamos la campaña del “Cebolla” Mugnaini para las
elecciones del 11 de marzo del 73 como JP y después profundizamos nuestro
compromiso en el Peronismo Revolucionario dentro de Montoneros. Estuvo en mi
despedida de soltero en la casa del petiso Furno en la calle Moreno casi
esquina Cabrera y como se compartía la vida entera con los compañeros en esos
años de militancia fraterna y a tiempo completo, también supimos de su noviazgo
y casamiento con su joven compañera, madre de Clarisa. En la cárcel supe que
había caído en manos de las fuerzas operativas de la dictadura cívico-militar.
Con el “Teco” Perchante me
unió una amistad de años. Vivíamos a una cuadra de distancia. Comenzamos el
secundario juntos en el Normal y pasamos el mismo año como repitentes al
Nacional. Fuimos compinches, hermanos de la vida. Jugamos al fútbol y al rugby
y en febrero del 69 nos fuimos a Córdoba a estudiar Derecho un poco por
descarte. Había caído preso en el 71 y enviado a una cárcel en Neuquén donde
conoció en primera persona la solidaridad de la iglesia de Jaime De Nevares.
Militaba en la JUP. Fue el único no familiar directo que estuvo en mi
casamiento. Lo secuestraron el día que iba a rendir la última materia para
recibirse de abogado.
El sacrificio de estos
compañeros -que no cayeron en una “Guerra Sucia” ni fueron protagonistas de la
remanida “Teoría de los Dos Demonios”, ni víctimas de “los abusos de la
represión” como pretende reactualizar en la opinión pública el aparato
propagandístico del régimen- no habrá sido en vano si en una jornada histórica
como la de este 25 de agosto somos capaces de ratificar nuestra voluntad de
recordar que nuestros 30 mil compañeros vivieron, lucharon y murieron por una
Patria Justa y Liberada. Una Patria para todos.
Nuestro mejor homenaje a su
memoria es ser consecuentes con la causa de los desposeídos y no claudicar en
la lucha de todos los días por lograr la felicidad del pueblo y la grandeza de
la Nación.
La resignación no hace
historia.
Todo está guardado en la
memoria.
UN FUERTE ABRAZO, PIPON.
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