La murga de la CTA Río Cuarto no participará de los carnavales de la ciudad, pero se lleva sus levitas al decimoséptimo carnaval rosarino que festeja el cumpleaños del militante social “Pocho” Lepratti
“No vamos a participar del carnaval por una cuestión de convicciones, por cosas que pasaron que no tienen que ver con el área de cultura, pero si con el municipio. Por la estigmatización que sufrimos, que en las marchas somos los negros, los planeros, los vagos, y eso no va con nosotros. Si bien sirve para visibilizar lo que uno hace en el barrio, este año no vamos a participar”, anunció Guadalupe Reynoso, Coordinadora del Área Social de CTA Río Cuarto.
La murga que nació hace 12 años chapoteando en el barro de un descampado de barrio Hipódromo, hoy sigue llevando el “quilombo” de los redoblantes a la vida de los pibes que sufren las ausencias del Estado y la violencia de la calle. Los que sufren la estigmatización y el peso de las críticas, cuando intentan reclamar lo que les corresponde por el simple hecho de ser seres humanos. Y eso no se olvida. La penitencia del municipio riocuartense a los ruidosos, los que ocuparon los pasillos del edificio de Promoción Social por más de 6 horas a la espera de una respuesta que trajera una gotita de esperanza, se reflejó en la negativa de darle una navidad digna a más de 500 chicos de barrios periféricos. El castigo a los que cuando llegan a un espacio lo inundan de sabor a murga, ruido a “lata” y “cantitos de cancha” hace que se lleven su alegría a otra parte. Agarran sus chirimbolos estruendosos, las levitas y el estandarte porque a los Retumbones los esperan en Rosario, en el carnaval del “Pocho” Lepratti.
Donde se cruzan Sadi Carnot y Roque Saenz Peña está el refugio de los Retumbones Desbocados, un Centro Comunitario hecho a los ponchazos, pero que brinda alfabetización de adultos, apoyo escolar, y talleres varios que ayudan a la contención social que en el barrio se necesita para no desbarrancar. Cuatro paredes sin revocar, adornada con de todo lo que haya resultado de un taller de mosaiquismo, o de adornos de lana, eso es La Barriada. Donde la hipocresía y la estigmatización no tienen cabida.
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